El día más mágico del año

Hoy nos visita Conchi Sanjeronimo, de Tú Ruta Emprendedora, una habitual de nuestra casa, seguro que ya la conoces por mérito propio, no sólo por mi. Conchi me acompaña hace mucho tiempo en el camino, y hoy viene a contarte de sus recuerdos, de sus sueños, de la parte más personal, de aquello que le hace ser cómo es.
Seguro que disfrutarás de su relato y te sonará mucho lo que nos cuenta, así que espero que, cómo ella, despiertes dando saltos, sin apenas poder contenerte de los nervios, y espero que sepas trasladar esa sensación al resto del año, disfrutando de lo que hacemos, soñando despiertos.


… y cómo se ha de mantener ese espíritu infantil cada día de tu vida.

Cuando Raquel me invitó a escribir acerca de las mujeres de mi vida, o de historias de Navidad que me hubiesen marcado y que me hayan hecho ser quién soy, muchas anécdotas me vinieron a la mente. Pero, teniendo que elegir entre ellas, tenía claro que si algo ha marcado mi forma de ser, esas fueron dos pequeñas muñecas que mis padres tuvieron a bien regalarme hace algunos años.
Desde que entraron por la puerta de mi casa, al brazo de mi madre, supe que esas muñecas eran especiales. De esas que se conservan toda la vida, que las cuidas y las mimas para que no les pase nada. Todo tenía que ser perfecto y bonito para que ellas estuvieran bien.
Gracias a ellas crecí sabiendo que nunca estaría sola, que siempre tendría con quien compartir mis risas y mis tardes de juegos. Ellas todavía hacen que se me iluminen los ojos y toda mi ilusión de niña se desate, cuando las tengo cerca.
Recuerdo que, para nosotras siempre ha habido una noche mágica del año, la noche de Reyes. A día de hoy, recuerdan como yo, siendo la mayor, me ponía nerviosa, casi sin poder dormir, pero me mantenía callada por si acaso llegaban sus majestades y se iban sin pasar por mi casa…
Las llamaba durante la noche para comprobar si dormían o no. Y, al final, casi caía rendida por el cansancio.
Eso sí, al día siguiente era la primera en despertar de nuevo y comprobar qué había ocurrido. Siempre ocurría de la misma manera. Bajaba de mi cama, acudía a ver si los Reyes habían pasado y, cuando estaba a punto de abrir mi primer regalo… llegaba mi madre y me decía que había que esperar a estar todos.
En ese momento, corría a por las muñecas que aún dormían. Saltaba en sus camas, las destapaba y quitaba sus mantas, para que despertaran, pero no querían.
Yo seguía insistiendo y no paraba hasta salirme con la mía.
Una vez estábamos todas listas… ¡empezaba la fiesta!
Si soy sincera, no recuerdo en muchas ocasiones cuáles fueron los regalos que los Reyes trajeron a mi casa. Sin embargo, recuerdo como si fuera ayer, saltar en sus camas para despertarlas.
Esa alegría, esa emoción, esa ilusión por compartir ese momento es lo que nunca he perdido hasta ahora y lo que quiero mantener intacto.
Y es que, esa misma pasión que despiertan en mí esos momentos, es la que me impulsa a perseguir mis sueños. A intentar cosas imposibles. A superar cualquier obstáculo que me aleje de mi meta.
Como he dicho antes, ellas me ayudaron a crecer. Pero, también, despiertan esa parte en mí aventurera, emocional y valiente, que me acompaña en mi camino y hace que piense que, con la energía correcta, podemos lograr cualquier cosa que nos propongamos.
Y lo mejor es que cada uno tiene esa fuerza dentro, en su interior. Lo único es que cada uno debemos descubrir cómo hacer para darle rienda suelta y que nos guíe.
Ahora, utilizo esa misma energía en mi proyecto. Soy quien soy y hago las cosas de la forma que lo hago, por esos pequeños detalles que nos marcan. Me encanta crear ilusión en los demás, conseguir que se iluminen sus caras con algo que he escrito, entregar un trabajo y que la otra persona sienta alegría. Porque en realidad, lo que ellos me regalan a mí es mucha más energía que me sirve para nutrirme y seguir adelante.
Hasta aquí este pequeño relato sobre las mujeres de mi vida y las navidades. Espero que el nuevo año traiga mucha ilusión y energía a raudales, de esa que se necesita para hacer realidad los sueños.
Ah, y si no la incluiste en la carta… ¡busca en tu interior!

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