La historia de Pequeño

Otro cuento de Navidad

 
Hoy nos acompaña Belén Hernández Toro, no tiene página web ni grupo ni nada, y sin embargo ella es la reina de las redes sociales, le gusta ser invisible, porque siempre dice que si su trabajo está bien hecho nunca te darás cuenta de su participación.

 
Hoy viene a contarnos una historia que durante muchos años fue contada en su familia, nos cuenta un hecho importante para ellos, es una historia con final feliz. Os dejo con ella, para que disfrutes.

 
Raquel me ha pedido un “Cuento de navidad”. Pero ni Raquel ni yo somos gente normal, así que en este pequeño cuento de navidad no vais a encontrar una historia normal. Si una con un final feliz, pero también una donde la Muerte – si así con mayúscula – ronda la vida de nuestro pequeño protagonista porque…
 

Esta es la historia de “Pequeño”.

Pequeño era un niño pequeño, apenas recién nacido. Pequeño vivía con su pequeña familia, en una pequeña casa, de una pequeña ciudad, en un no tan pequeño país.
Pequeño además de Papás, tenia una pequeña Hermana algunos años mayor que él, y que pese a su brusquedad en los mimos, no le podía querer más.
Así que sí, Pequeño era feliz…
Un día cualquiera de la pequeña vida de Pequeño, y sin saber cómo o por qué, la Muerte llamó a la puerta. Con su no-voz le dijo a los Papás que a Pequeño había venido a buscar.
Los Papás incrédulos y desafiantes le contestaron que no se lo iba a llevar.
Y así la Muerte, contrariada, se tuvo que retirar, no sin antes advertir a los Papás: No lo podréis evitar.
Los Papás, algo asustados pero sobre todo pensativos, decidieron que a Pequeño iban a vigilar. Por si la Muerte le rondaba, no lo pudiera agarrar.
Pero ya era un poco tarde y Pequeño se sentía mal.
Entonces los Papás preocupados no quisieron esperar, y corre que te corre llegaron al hospital.
Allí los médicos le dijeron: ¡Este asunto es de gravedad!
Y manos a la obra se pusieron, para la fiebre poderle bajar.
Pero la fiebre no bajaba, y Pequeño no paraba de empeorar. Así que una medida extrema tuvieron que tomar: ¡Que traigan hielo!¡Lo vamos a remojar!
Y los Papás preocupados no sabían si ponerse a llorar.
Entonces la muerte se volvió a presentar: ¡Os lo dije!¡No lo podréis evitar!
Más asustados que antes, ¡muchísimo más!, los Papás se dieron la mano y casi sin poder hablar, contestaron al unísonó: No te lo llevarás.
Y así, la Muerte una vez más, se tuvo que retirar.
Volvieron los médicos y dijeron: Pues bueno ¡esto ya está!
A Pequeño les devolvieron sin fiebre pero con mucho malestar.
¿Y ahora que hacemos? – Se dijeron los Papás. Pequeño estaba vivo, pero por el frio del hielo, no paraba de tiritar.

Volvieron a casa, con Pequeño. Sin saber que hacer más, en mantas le envolvieron, esperando que esto le pudiera ayudar.
Pero Pequeño no mejoraba y se volvieron a asustar. ¿Y si la muerte lo encontraba?¿Y si lo conseguía agarrar?
Los Papas se prepararon:¡Debemos tener un plan!
Bajo las mantas los Papás y Pequeño se cobijaron, para poderle calentar. Tres días y tres noches pasaron, y los padres exhaustos no pudieron aguantar. Dormidos se quedaron esperando no ver a la Muerte más.
Pero la Muerte vino y con Pequeño se puso a hablar: Ven conmigo Pequeño, no puedes escapar.
Y Pequeño en su cabeza un pensamiento alcanzo a formar: Algún día Muerte con tu mano me tocarás. Pero hoy no es el día y tampoco mañana lo será. Esta es mi casa, y mi familia, ¡y de aquí no me quiero marchar!
A la mañana siguiente, la Muerte no estaba ya. Pequeño por momentos parecía mejorar. Los Papas se relajaron y volvieron a confiar.
¡Lo logramos! – Pensaron, y no se volvieron a preocupar.
¿Y la Muerte?¿Que es lo que hará? A otros de la familia si logró encontrar, pero a Pequeño – toquemos madera – no le volvió a molestar…
Fin del Cuento de Navidad.
Solo una post data y ya sin rimar – lo juro 😀 – :
Pequeño es mi hermano Juan, Papás mis padres y Hermana mi hermana Isabel.
Y aunque yo ni tan siquiera estaba en proyecto, todo lo aquí contado es real – bueno, con alguna licencia, claro –.
Juan siendo un recién nacido tuvo unas fiebres muy altas. Tan altas que de verdad lo sumergieron en una bañera de hielo en urgencias, causándole una hipotermia. Y mis padres se pasaron por turnos 3 días y 3 noches bajo una manta con él en brazos, para conseguir que volviera a su temperatura normal. Y lo consiguieron. Con mucho sufrimiento, miedo y dolor, pero lo consiguieron y lo hicieron juntos.
Esta es mi verdad, mi razón de ser y el por qué de este cuento:
Raquel me pidió un relato, unos párrafos, o lo que sea esto, explicando un poco cómo y por qué soy así. Pues bien – he aquí la moraleja – soy así, con lo bueno y lo malo, porque siempre, SIEMPRE, tengo un ejercito que me respalda. En mi familia somos cabezotas y peleones. A veces discutimos y nos enfadamos. No somos perfectos – no lo pretendemos – pero siempre estamos juntos y a una. Y lo más gracioso es, que cuando hablo de familia lo hago en el sentido extenso. Porque para formar parte de “mi familia”, no hay que compartir lazos sanguíneos. Así poco a poco hemos ido sumando miembros pese a los que se fueron y ahora, por ejemplo, tengo a Mon, MI MON. El que vela mientras escribo estas líneas fuera de plazo y mientras Raquel piensa en asesinarme.
Así que para resumir y acabar: Por eso no importa si triunfo o fracaso, si soy valiente o tengo miedo, si la vida me sonríe o se me lleva “por medio”. Siempre tengo quien me esconda de la muerte y quien me cobije… Si la muerte me encuentra, no lo hará estando yo sola, y si el fracaso toma mi casa, siempre tendré un hogar al que volver.

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