La maravilla de ser quién eres, ese regalo tan precioso

Mi propia historia navideña
Hoy os quiero presentar a una mujer que ve el mundo en colores, que siente en colores y que cuando la conoces logra que abandones el negro por algo de color. Ella se alegra por esos pequeños cambios, los vive como una victoria, porque sabe que el color es algo importante, que dice mucho de nosotras.
 
Imagino que ya sabrás que te hablo de Alejandra Marin Martínez, la reina del color, quién nos ayuda a aceptarnos por lo que somos, así tal cual y nos ayuda a no juzgarnos tan duramente. Puedes visitarla en su web o formar parte de su preciosa comunidad, Vístete de colores, un espacio donde compartir y donde siempre tendrás un buen consejo de parte de Aleja.
 
Hoy viene a contarnos su experiencia navideña. a darnos un cachito de lo que lleva en su maleta, espero que disfrutes tanto cómo lo he hecho yo.
 


 
Llegar hace 13 años a un país que no conocía más que en las películas que veía en las tardes de cine de un pueblito de recuerdos donde crecí, no fue para nada lo que yo me había imaginado durante los meses previos a mi viaje.
 
La dureza de la soledad, los aires tan diferentes y el bache cultural hacían que se colara un frío que no sé cómo explicar ahora, aun cuando han pasado tantos años.
 
Mi maleta cargada de sueños, llena de mi música, los libros de los poetas de cabecera, alguna que otra ropa, mi gata Congrí y sí mucho por querer hacer aquí en México, era lo que me hacía levantarme todos los días a pintar mi vida con los mejores colores que pudiera, aunque no todas las veces lo lograra.
 
Poco a poco fui entendiendo que toda la fuerza que me resume hoy por hoy, esta maravillosa forma de ver y vivir, tiene cimientos muy profundos, arraigados en una familia que, a pesar de la distancia y de los lugares donde cada uno de nosotros está, se mantiene uniéndonos con un hilo invisible que jalamos de vez en cuando, para accionar palabras fundamentales como el amor, perdón, confianza y respaldo.
 
¿Qué más sino eso puede ser lo que te conforma y a la vez te impulsa en la vida?
 
Claro que yo traía un un buen kit de herramientas emocionales sin destapar y mientras me abatía en el duelo de la distancia, no podía ver con definición lo que semejante nubarrón me tapaba.
 
Los meses seguían pasando y llegaba diciembre con un sentimiento desolado que no me gustaba porque yo no activaba por ninguna parte mis fortalezas y sucumbía ante las malas noticias de aún no tener trabajo.
 

Navidad pa ti, Navidad pa mi, Navidad pa todos…

 
La primera Navidad que me tocó por estos lares me encontró llorando en todas las esquinas, con un invierno particularmente helado que parecía a propósito por parte del destino y que por más que me tapaba, las cobijas no me alcanzaban a calentar.
Te juro que hice mi máximo esfuerzo. Tenía la imperiosa necesidad de sobrevivir con todo mi ser, en medio de este exilio voluntario que se me metió en la cabeza, cuando Venezuela se convertía en una sociedad amenazada por un comunismo absurdo que sólo cabe en una mente siniestra.
 
Me dolía la ausencia y la incertidumbre
 
Llegaba mi época del año favorita y no tenía un plan B para salir adelante con lo que emocionalmente eso significaba. En mi casa, con calor de hogar, reinaba siempre una alegría particular aderezada con canciones que íbamos cantando de piso en piso en el edificio donde vivía con mi familia.
 
Brindábamos alegres, preparábamos la cena y jugábamos al amigo secreto entre nosotros… Mi papá era como el espíritu de la Navidad con patas, un día fue y compró un arbolito con todo y adornos que estaba de exhibición en una tienda, porque él no quería tardarse en decorar la casa con los motivos de la fiesta que se avecinaba.
 
En todas esas aventuras yo siempre lo acompañé, éramos cómplices en esos inventos y yo lo disfrutaba muchísimo.
 
La mirada cariñosa de mi papá, encendida de luces de colores en medio de la sala de la casa, es uno de mis recuerdos preferidos.
 
Perdida y vuelta a encontrar.
 
Aunque hay circunstancias migratorias que te borran de algún modo eso que eres, el rescate de mi espíritu navideño no vino sino después de entender que una de las cosas que te hace superar la lejanía de tus raíces, es justamente esa semilla con la que fuiste sembrado. Por algo la tierra, tu tierra, es un espacio en el mundo al que perteneces siempre, aunque estés viviendo en otro lado.
 
No se está solo cuando tienes semejante cargamento de amor, entereza, claridad y determinación junto a ti.
 
La maravilla de ser quién soy y lo que transmito a mis hijos, se forjó en aquellos años donde salíamos airosos ante cualquier problema, sólo abrazándonos en círculo en medio de la casa para recibir el año.
 
De hallacas, aguinaldos y parrandas…se formaba el festejo decembrino con un aire que olía sabroso; las navidades se celebran en familia y en la mía habitaba siempre un deseo de estar conectados con la alegría de las fechas, pero además, sabiendo que esos días eran nuestros.
 
Estando lejos descubrí que iba a poder superar lo que fuera si siempre mantenía calientita el alma llena de mi venezolanidad y de valores que mis papás me fueron inculcando durante toda la vida.
 
Encontré que la simpatía puede ser una virtud, una llave que abre muchas puertas y en mi caso así fue. La templanza y la constancia fueron otros dos valores que descubrí después y que yo pensaba que no tenía, pero que, conforme avanzaba mi existencia siendo extranjera, los fui sacando como los pañuelos de colores de un acto de magia.
 
La pasión por lo que haces y la capacidad de demostrar tu amor a quienes te rodean, el compromiso y la honestidad; otras de las puntas de lanza que conforman mi crianza, que ocupo todo el tiempo dando lo mejor de mí en todo lo que hago.

¿Qué más puedo pedir?

 
Pues tener la claridad suficiente para tomar de mi precioso legado lo que necesito para el momento que estoy viviendo.
 
Mis herramientas son increíbles y se activan constantemente, aunque a veces reciba diciembre por estos lares con algo de nostalgia, rapidito me vuelvo a conectar con mis cantos y la alegría de mi casa materna, que me dan alivio, me sanan y hacen sonar las campanas como carcajadas por todos los espacios de mi vida.
 
Si en algún lugar del mundo te encuentras, no olvides que traes contigo características especiales que te conforman y como una enorme estrella, alumbrarás siempre el camino de quienes te rodean, decidiendo tú cómo quieres hacerlo.
 
Te abrazo con mucho cariño,
 
Aleja Marín
 
 

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