Empresa, empresaria, emprendimiento

¿Cómo te defines?

 
Empresa, empresaria, emprendimiento, todo gira alrededor del mismo concepto, muy fácil cuando nos fijamos en los demás, en los grandes, en esas empresas que no tienen nada que ver con nosotras, en las que encajan bien los conceptos empresa y empresario.
 
Pero cuando llegamos al terrible término emprendimiento, la cosa cambia. Digo terrible por lo trillado del término, por que nos lo han puesto hasta en la sopa y por las connotaciones sociopolíticas que podría tener.
 
Ya sabes que a mi me gusta más utilizar el término proyecto para referirme a cualquier emprendimiento, encuentro que ese término conecta mucho mejor con la parte emocional y espiritual de los emprendimientos, aquello que conecta directamente con nosotras, y qué si eres capaz de traducirlo conectará con tu cliente.
 
Recuerda  lo que decíamos la semana pasada, nuestra forma de hacer las cosas, nuestras fortalezas y diferencias son las que consiguen al final distinguirnos del resto, son los elementos que realmente hay que cuidar porque nos llevarán directamente al éxito.
 
Y por ese motivo, por lo importante que es para nosotras, hay que ser capaz de nombrarla, hablar de ella sin que te tiemble el pulso, desde la seguridad de conocer tu trabajo, con la seguridad que da hacer las cosas con sentido, desde tu propia visión y recorriendo ese camino.
 
Y es la actitud la que muchas veces trunca el camino. Si hablo de proyecto refiriéndome a emprendimiento, al final tengo que hablar de empresa y empresario, aunque no te guste.
 
El término empresa puede ser capaz de tener vida propia y ponerte nerviosa. ¿Cuantas veces te has escuchado diciendo que eres autónoma? Y dices autónoma por no decir empresaria, parece que es un término que acompaña mejor, tiene menos connotaciones negativas. ¿Y cuantas veces no dices nada?
 
Pero la realidad, esa que muchas veces no queremos mirar, es muy diferente y la definición de empresa es sencilla, no requiere palabras grandilocuentes ni nada raro.
 
La RAE la define como “Unidad de organización dedicada a actividades industriales, mercantiles o de prestación de servicios con fines lucrativos”
 
Fíjate que sencillo, cuenta con tres elementos:
 
1.- Organización.
2.- Actividades industriales, mercantiles o de prestación de servicios.
3.- Fines lucrativos.
 
Y esto traducido al lenguaje humano significa que si organizas elementos y personas con la intención de  ganar dinero con tu proyecto es una empresa, por pequeña que sea, por muchas cosas que falten y aunque estés sola.
 
¿Y donde está tu espíritu empresarial? Si pones toda la carne en el asador a la hora de llevar adelante tu proyecto, trabajas horas y horas, inviertes dinero, aprendes todo lo aprendible, ¿no es más lógico que te sientas empresaria?
 
Podemos repetirlo sin cesar, di conmigo, soy empresaria, soy empresaria, soy empresaria, interiorízalo y grítalo a los cuatro vientos. ¿Qué contestarás la próxima vez que alguien te pregunte a qué te dedicas?
 
Recuerda todo lo que aprendimos cuando hablamos de nuestro elevator pich, de los consejos que te dába porque deberás aplicarlos inmediatamente después de decir “yo?, soy empresaria….”.
 
Y seguro que te preguntas porque es tan importante el temita de ser o no ser empresaria, o mejor dicho, de sentirte o no sentirte empresaria. La respuesta es muy sencilla, cuando pensamos en nuestro “proyecto” jamás seremos capaces de aplicar las mismas medidas que aplicaríamos si pensáramos en nuestra “empresa”.
 
Nuestra mente juega con nosotras, y se olvida de un montón de situaciones en las que pensamos cuando estamos en modo empresa y olvidamos cuando solo estamos en modo proyecto. Confiesa cuantas veces has pensado en términos cómo análisis, balance, planificación, estrategia, costes o ventas.
 
Pero no todo está perdido, yo siempre he creído que es cuando somos capaces de pensar y trabajar en modo empresa-proyecto cuando las cosas se ponen interesantes, comenzamos a pensar con la cabeza y el corazón al unísono, y eso solo puede llevarnos lejos, muy lejos.
 
Somos capaces de pensar en términos empresariales desde nuestros valores, respetando el valor de los demás, de nuestros trabajadores, compañeros, colaboradores, aplicando precios justos, sin engaños, con honestidad y con pasión.
 
Y en el camino del análisis somos capaces de tratarnos con cariño, siendo realistas y ajustando la realidad a nuestra situación. Buscamos personas que pueden ser mucho más que clientes, con los que relacionarnos y no solo venderles, intentando forjar relaciones duraderas.
 
Y aquí es donde aparece nuestra diferenciación, nuestro punto extra que hace que destaquemos sobre el resto y nos convierte en empresa con alma, como a ti te gusta.
 
Y ahora que hemos llegado aquí su vamos a tener que ponernos a trabajar, porque una diferencia que no se cuenta, no se enseña y no se nota no sirve de nada. A veces puede costar mucho ponerle nombre a las diferencias, pero hay que intentarlo.
 
Y ¿qué hacemos cuando ya tenemos nombre para nuestra diferencia?
 
Lo primero que me gustaría que hiciéramos es decirlo en voz alta, cuéntanos cuál es tú diferencia, explica con tus palabras en que te diferencias de la competencia, si te ayuda, comienzo yo.
 
Mi manera de explicar los términos complejos, jurídicos, de poner en palabras “humanas” todo el galimatías, mi forma de acogerte y de transformar nuestra relación de cliente, en algo más, mi forma de plantear soluciones a los problemas, mi visión multidisciplinar, son algunas de mis diferencias, aunque no todas.
 
En ellas me baso cuando alguien me conoce, y no hace falta que le haga una lista, esas diferencias están presentes en mi primera entrevista contigo, en mi forma de plantearte mis servicios, en que puedo ayudarte, en mi actitud sincera en la que te digo las cosas como las veo, sin intentar tapar las cosas.
 
Y esa diferencia la sigo manteniendo a lo largo de nuestra relación empresarial, intento que quede marcado a fuego en mi dinámica de trabajo, aprovecho las oportunidades que tengo para mostrar esa diferencia e intento siempre trabajar desde mis normas, mis limites y cuando tengo que ponerme firme también lo hago con firmeza, y esa actitud sigue hablando de mis diferencias.
 
¿Ves donde te quiero llevar? Vamos a construir un proceso en el que podamos mostrar, con naturalidad, esas diferencias, podamos contarselas a nuestro público y sobre todo lograr brillar entre la multitud.
 
Si te animas y nos cuentas tus diferencias, seguro que somos capaces de construir un plan, ¿te animas?
 
 

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